Otro lugar
- Dani D'Addieco
- 16 jun 2017
- 1 Min. de lectura
Mudarse, debe ser refrescante para algunas personas y para otras un total estrés. Instalada ya, tomo consciencia de la cantidad de veces que me he mudado los últimos 5 años, al parecer más que todo el resto de los años que tengo. Cada mudanza deja atrás algo y reinicia otras cosas, y debo reconocer que me gustan estos cambios, aunque a veces trate de resistirme no es el miedo el que se asoma, es la emoción por lo que vendrá en las pequeñas decisiones, en las vueltas en otra esquina, en el cambio de clima pasajero.
El ruido me conversa mientras mi hija duerme, he dejado el apartamento donde la vi crecer dentro de mí, donde tantas mañanas sentí sus pataditas, y dejando el lado romántico, corrí al baño con las náuseas matutinas. Mis lágrimas se han descompuesto y han creado vida, mis escamas mutaron, la sonrisa cambio de cara, las paredes se vistieron de árboles y animales coloridos. He llenado cajas, botado cosas para sentirme más liviana, me he llenado de otros sueños, empieza una nueva etapa, los meses corren y ya son seis. Y quizás uno piense que no es la gran cosa, pero no es así, cada mes es algo distinto, es una maratón en cámara lenta, aunque a veces me pierdo, ella me reconstruye y soy yo la que se siente chiquita. La soledad se esconde detrás de los ojos y la carretera ruge. Pero de pronto llega la luz, eso es una bendición, siempre llega la luz.
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